Justo José Ilarraz |
El procurador general del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos (STJ), Jorge García, inició una causa judicial de oficio para investigar la denuncia sobre las violaciones cometidas por el ex prefecto del Seminario Menor de Paraná, Justo José Ilarraz, en perjuicio de, por lo menos, 50 seminaristas de entre 12 y 14 años.
Fuentes judiciales confirmaron que la investigación del caso estará a cargo del fiscal de Cámara, Rafael Cotorruelo, quien convocará a otros fiscales de instrucción, debido a la magnitud y complejidad de los hechos denunciados.
Según lo adelantado, el trabajo de recopilación de datos y testimoniales será coordinado directamente por García y no se descarta que se establezcan comunicaciones con el Poder Judicial de Tucumán, donde reside actualmente el cura acusado de pedofilia, ante la posibilidad de que Ilarraz también haya cometido abusos en esa provincia norteña.
“Nosotros estamos haciendo la investigación sin esperar la denuncia, pero luego habrá que ver si los afectados deciden que se siga investigando o no”, afirmó el fiscal García en declaraciones periodísticas.
El funcionario dijo, en ese sentido, que “ahora nosotros estamos en el camino de verificar los hechos y saber cuál es la verdadera voluntad de estos jóvenes”.
Ilarraz está acusado de haber cometido hechos de corrupción contra al menos 50 seminaristas de entre 12 y 14 años, entre 1984 y 1992.
En ese lapso, el sacerdote se desempeñó como prefecto del Seminario Menor de la capital entrerriana y últimamente se encontraba cumpliendo funciones sacerdotales en Morteros, provincia de Tucumán.
Tras el escándalo que provocó la noticia en la capital entrerriana, el Arzobispado de Paraná reconoció los hechos de corrupción, pero no informó si se iniciaron actuaciones judiciales contra el cura.
“Las últimas noticias periodísticas reavivan nuestra profunda vergüenza e inmenso dolor por faltas gravísimas cometidas por uno de quienes deben servir a la vida moral del pueblo, con su ejemplo y enseñanza”, dice el comunicado difundido ayer por la iglesia.
El comunicado sostiene también que “el sacerdote acusado, debido a las gestiones realizadas por el Arzobispo de Paraná y por el Obispo de la diócesis de Concepción de Tucumán, se encuentra apartado del ejercicio de su ministerio hasta que la Santa Sede resuelva su situación”.
Sin embargo, esta aseveración fue desmentida por el periodista de la revista Análisis de la Actualidad, Daniel Enz, que investigó el hecho, quien aseguró que el religioso sigue dando misa en una parroquia de Morteros, provincia de Tucumán.
El periodista explicó que inició la investigación luego de que “innumerables jóvenes reconocieron las perversidades que les hacía el sacerdote Ilarraz cuando eran apenas niños, y que habían optado por ocultarlas”.
Enz relató que el entonces prefecto del Seminario Mayor, y hoy arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puíggari, “le transmitió la situación irregular al que era por entonces el Arzobispo de Paraná, Estanislao Karlic”.
Puíggari “le llevó incluso dos víctimas y se inició una especie de sumario interno en el que declararon las víctimas y reconocieron todos los hechos”.
Sin embargo, “en vez de hacerse la denuncia judicial, esto quedó puertas adentro y hubo serias advertencias de que si hablaban podían sufrir sanciones las hermanas religiosas que tenían muchos de ellos, que podían ser derivadas a cualquier lugar del país”, contó.
“Para nosotros era como Messi, lo imitábamos, queríamos ser como él”. Lo dice el ex seminarista que denunció al cura Ilarraz por abuso. Asegura que en la Iglesia se sabía lo que ocurría
“Cuando pasabas a la habitación del cura, uno sabía que ahí él se bañaba con sus ‘amigos’, que los acariciaba y que les tocaba los genitales.
Y eso lo sabían las autoridades de la Iglesia ”. Así lo aseguró en diálogo exclusivo con Clarín el primer testigo en la causa por “corrupción de menores agravada” en la que se investiga la conducta del sacerdote Justo Ilarraz, que fuera prefecto del Seminario Menor de Paraná entre 1984 y 1992.
En esa habitación, que estaba al final del pabellón donde dormían los adolescentes que estaban a su cargo, los seminaristas podían acceder a un televisor, cartas y un juego de ajedrez. “Si eras su amigo podías entrar y no sólo a hablar con él. Ahora eso puede parecer una estupidez, pero en aquel tiempo y para muchos de nosotros, que veníamos de pueblos chicos, eso era una atracción ”, detalló el ex seminarista S.D., que hoy tiene 37 años, y pidió preservar su identidad.
Acceder a esa habitación significaba la posibilidad de acostarse más tarde, ya que en el dormitorio de los internos la luz se apagaba entre las 22 y las 22.30. “Lo recuerdo caminando entre los pasillos del pabellón y sentándose en la cama del que escuchaba llorar o del que notaba angustiado”, dice.
Tiempo después comprendió que era la forma que tenía el sacerdote para captar a sus preferidos. “Ilarraz decidía quién entraba y a quién invitaba. Eso lo vi desde que llegué al Seminario: tenía amigos y predilectos, y los más cercanos eran todos rubios Uno no pensaba que él pudiera hacer algo malo.”, precisa.
Fuente: Crónica y Clarin
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